Llegamos un poco tarde, y luego de felicitar a la cumpleañera, nos ubicamos cerca de una barra improvisada que estaba ubicada sobre una de las paredes laterales del living, a pasos del ventanal que precedía al balcón. Había mucha gente en el departamento, quizás demasiada, pero aún así parecía una gran fiesta.
Un sujeto calvo vestido de negro se encargaba de la música con notable pericia y buen gusto. Luego de beber y fumar algunos cigarrillos, decidí recorrer el departamento. Tomé el pasillo, me asomé a la cocina y salí espantado por la luz blanca que reinaba, y por la apariencia aburrida de tres mujeres que conversaban entre ellas, sentadas a la mesa mientras tomaban café. Estuve tentado de cerrar la puerta al retirarme para que el clima no contagiase al resto, pero me contuve. Seguí caminando por el pasillo, pase por un escritorio, un cuarto pequeño, otro grande con la cama tapada de abrigos, y al final, la puerta cerrada del baño.
Apoyada contra el marco de la puerta, primera en una cola inexistente, una morocha altísima miraba hacia el piso mientras acomodaba su cabello . Me acerqué despacio, y me detuve a unos pasos de distancia de la puerta. Tardó unos segundos en percatarse de que estaba ahí, apenas hubo un contacto visual mínimo, y luego continuó ajustando su peinado. Llevaba un pantalón negro muy ajustado, botas, y una remera de lycra negra de mangas largas, con un gran escote en V . No estaba maquillada, no llevaba aros, ni anillos, ni cinturón. Era un como ángel vestido de negro.
- Hola-dije- Soy Martín -giró y me miró de frente. Sentí que me contestaba apenas por compromiso:
- Hola Martín
1,2,3,4,...
- Tenés fuego?
- No, no fumo -dijo, mientras sus manos reforzaban el no con un gesto suave y firme.
- Ah... yo tampoco-dije, y callé. Sonrió apenas. En esos segundos de silencio ella sostuvo su mirada, y finalmente dijo
- ¿Qué querés, Martín?
No pude responder inmediatamente. Iba a decir algo, pero me arrepentí, quise cambiar la respuesta en el aire, y no pude evitar un segundo de silencio delator, que ella supo -y quiso- aprovechar. Finalmente me quede callado. Ella sonrió, y ante mi sorpresa, cerró la distancia que nos separaba, me dió un beso cerca de los labios, y dijo:
- Chau, Martín.
En ese momento se abrió la puerta, y un gordo salió del baño acomodándose el cinturón. Cuando levanté la vista, ella ya no estaba ahí.
Volví al living. Joaquín bailaba algo ebrio con la rubia platino. Me acerqué a él y le dije que me iba. Hizo una pregunta que no contesté, no podìa perder un segundo. Antes de que el angel negro saliera el baño, yo debía estar afuera del departamento.
Cuando llegué a la calle respiré profundamente, sentía que me faltaba el aire. Estaba mareado, Supe que esa pregunta no dejaría de rebotar en mi cabeza, hasta que le encontrara una respuesta sincera.