Al registrarme en el hotel Avellaneda, decidí continuar llamándome Julio. De camino a mi habitación noté que nada había cambiado desde la última vez que había estado allí. Detuve mi marcha cuando vi el número 111 sobre una puerta blanca. Entré a la habitación, dejé la valija sobre la cama, corrí la cortina de la ventana para espiar la vista y, como estaba ansioso por sentirme en Rosario, apenas me lavé las manos y la cara antes de salir nuevamente a la calle.
Dejándome llevar por el instinto o por la memoria, era claro que terminaría mi primer trayecto en el monumento, para almorzar luego en "La Marina". Ordené una boga, por supuesto, y una botella de vino blanco. Disfruté de ese momento con intensidad y paciencia, y me levanté de la mesa cuando ya no quedaba nadie en el salón y los mozos comenzaban a impacientarse. Cuando salí, encendí un cigarrillo y luego caminé hasta el río. Me quedé allí un rato largo, disfrutando del sol, de la vista, y de la súbita sensación de sosiego que me había asaltado. Joaquín tiene razón, Rosario hace bien.
- Juan Martini es de Rosario
Me gusta decir esto cuando alguien menciona a Rosario; generalmente luego debo aclarar quién es Juan Martini, pero eso no importa, creo que al menos asi logro asociar a esta ciudad con una persona a la que encuentro interesante, en comparación con los clásicos rosarinos famosos.
Pero Juan Martini , vive en Buenos Aires. Desconozco, desde ya, las razones por las cuales esto es así; pero hay algo claro: Juan Martini vive en Buenos Aires porque no quiere vivir en Rosario. En su relato "Rosario Express" creo que pueden adivinarse algunos de los motivos que se encuentran detrás de su decisión. No lo sé, quizás esto sea un disparate y sólo he caido en el error común de pensar que un escritor escribe lo que vive. Como sea, con el tiempo he comenzado a creer que hay lugares a los que uno no puede volver.
Una nube ocultó al sol, provocándome un alivío que me sorprendió, y entendí que tenía calor. Quizás era hora de regresar al hotel y dormir una siesta. El color del agua había cambiado, parecía más oscura y turbia. Me quedé unos minutos más en la costanera mirando el río, preguntándome si yo volvería a Buenos Aires, si yo podría, volver a Buenos Aires; o si acaso, los días que acababa de vivir, no serían ya parte de mi "Buenos Aires Express".