La presentación de The Bad Plus del viernes no hizo más que agigantar mi necesidad de escuchar jazz; no costó mucho convencer a Joaquín y a Esperanza para ir a Thelonious el sábado por la noche. Teníamos reservados lugares en el extremo de la barra; nos acomodamos y le pedimos al barman algunos tragos. Para mi sorpresa había poca gente en el lugar, y el clima era muy relajado. Mientras esperábamos la aparición de la banda, Esperanza nos relató su accidentado encuentro con una pelirroja en la Richmond; pero el muy pillo cambió la fecha del hecho para no quedar en evidencia y delatar su faltazo al evento de Gatica. Como era sábado a la noche y yo estaba de buen humor, no quise terminar con esa farsa, y decidí enterrar el asunto para siempre.
No habíamos hecho el segundo brindis cuando se nos unió Jude Law. Entró al lugar con paso rápido y con cara de mal llevado. Pidió un gin tonic, y lo tomó parado y en un solo movimiento; luego dejó el vaso sobre la barra, se pasó el dorso de la mano por sus labios, le señaló el vaso vacío al barman, y luego dijo:
-Ya está, me siento mejor – y su cara sonrió. Así de raro es Jude Law.
La banda comenzó a tocar casi sin que nos diéramos cuenta; el correr de los vasos y la charla nos resultaban más interesantes. Jude nos invitó a una fiesta que organizaban unas conocidas, y todos nos entusiasmamos con la idea: las fiestas de Jude son infalibles. Joaquín pidó más detalles, mientras yo iba al baño y salía a comprar cigarrillos. En el camino decidí avisarle de la fiesta a Gatica; encontré un teléfono público en la calle, busqué algunas monedas en mi bolsillo y mientras marcaba el número, vi pasar a mi lado a la pelirroja que estaba con Esperanza en la Richmond; iba acompañada por un señor mayor que la abrazaba sonriente. Me interrumpió una voz en el teléfono, que no era la Gatica, pero que sonaba familiar
-Hola-repitió, esperé un segundo, y pude reconocer la voz dormida de Manrein. Corté la comunicación; vaya a saber que extraña confusión me llevó a discar su número y no el de Gatica. Hacía tiempo que no nos veíamos, y creí recordar que teníamos un almuerzo pendiente; Manrein es, al igual que el Zurdo, una de esas personas de las que se aprende mucho; a diferencia del Zurdo, Manrein es respetuoso de la ley.
Regresé a Thelonious sin llamar a Gatica. Subí por las escaleras y me encontré con el grupo que discutía si debíamos o no ir a la fiesta en un único auto.
Decidimos ir en mi auto. Mala elección, horas después, lo lamentaría mucho.