Cortázar me estaba por contar algo sobre la prolongada ausencia de Mecha Corta, cuando lo interrumpieron los insultos y el ruido de sillas. Era Pereyra que andaba a los manotazos con dos o tres pibes que tomaban cerveza en una mesa vecina.
Cuando llegamos para separar, Pereyra ya había repartido más de un bife, y había cobrado un poco. Cortázar se lo llevó a Pereyra; yo me quedé para pegar cuatro gritos y un cachetazo, y les dije que se rajen. Con eso alcanzaba, eran muy pibes como para seguirla, si hasta dejaron plata para la cuenta antes de irse.
Sin entender todavía lo que había pasado, fui hasta el baño para ver cómo estaba Pereyra. En la puerta me atajó Cortázar,
- ¿Qué pasó? -le pregunté.
- Nada. Está mamado, estuvo tomando desde el mediodía -me dijo, y a modo de explicación agregó- ¿sabias que se separó de la mujer, no?
Negué con un movimiento de cabeza, y entré al baño. En uno de los compartimentos, sentado sobre un inodoro, Pereyra lloraba con las manos cubriéndole la cara . Apoyado contra el marco de la puerta, el Zurdo lo miraba en silencio. Trabé la puerta del baño y me paré junto al Zurdo. Así nos quedamos unos cuantos minutos viéndolo llorar a Pereyra.
No habló cuando dejó de llorar. Solo se incorporó, tomó aire, y se apoyó contra la pared. Sus ojos seguían nublados, y parecían no vernos. Luego colocó los codos sobre sus rodillas y el mentón sobre sus puños cerrados, y como pidiendo ayuda preguntó:
- ¿Cómo se recupera un amor?
A buen puerto fuiste por palos, pensé.
El Zurdo me miró y también calló. Pereyra levantó su vista hacia nosotros, y otra vez con los ojos desbordados de lágrimas, dijo:
-¿ Me quieren decir cómo carajos se recupera un amor, eh?
No preguntaba si era posible, preguntaba cómo. Nos miramos con el Zurdo: ese hombre necesitaba una respuesta desesperadamente.
- Con mucho esfuerzo -sentenció al final el Zurdo.
Pereyra lo miró, y asintió lentamente. Se puso de pie, y apoyó sus manos en nuestro hombros
- Con mucho esfuerzo -repitió como hipnotizado. Dio unos pasos fuera del compartimento, y sin decir nada más salió del baño.
Durante unos segundos sólo nos miramos con el Zurdo. Entonces me asaltó una duda
- ¿Pero vos dónde estabas, Zurdo? no te vi separando, ni entrando al baño... - el Zurdo me miró
con algo de fastidio y pudor, y luego dijo:
- No nene, yo estaba cagando acá al lado cuando entró Cortázar con Pereyra. Al principio no salí, pero la verdad es que es imposible tratar de cagar con alguien llorando al lado...
Nos reímos los dos. Callamos. Y después nos reímos de nuevo.
- Bueno, disculpame, vuelvo a lo mío -y diciéndome esto el Zurdo se metió en su compartimento y cerró la puerta.
Mientras me lavaba las manos pensé en Pereyra, y sentí pena. Mirando al espejo, dije
- ¿Alcanza?
-¿ Qué decís? -preguntó el Zurdo malhumorado
- Que si alcanza...
- ¿Qué cosa?
- Digo, si alcanza con el esfuerzo...
Me di vuelta para mirar la puerta del compartimento, como si al abrirse fuera a encontrar la respuesta. Pero no, hubo solo silencio. Caminé hasta la salida del baño, y entonces lo escuché al Zurdo a mis espaldas, contestándome:
- No, no siempre alcanza, Martín.
Y luego agregó
- Pero no te arrepentís de haberlo intentado.
Al llegar a la barra, Cortázar me esperaba ansioso con un whiskey, y con las novedades que le habían llegado sobre Mecha Corta.