Me siento como un bígamo. Desde que Juliana me dejó, o luego de que yo forzara a Juliana a dejarme, tengo dos analistas.
Todo comenzó mientas buscaba el reemplazo de Juliana; así llegué a Juan, un analista que alguna vez le habían recomendado a Joaquín. La primer entrevista con él fue buena, y pensé que contar con un terapeuta varón en este momento, podía ser algo conveniente. Presintiendo la carga que yo sentía por estar comenzando nuevamente terapia, casi cerrando la charla me dijo:
- Martín, uno retoma desde donde dejó.
Lo pensé un momento, y acordé con él. Eso solo sirvió para que saliera aliviado de su consultorio.
Pero cuando el Negro Avellaneda me insistió para que tuviera una primera charla con Eugenia, fue tal su entusiasmo que no pude más que aceptar. Llevaba recién tres sesiones con Juan, y no sentí a esta nueva consulta como una traición. También es cierto que no la mencioné en las sesiones siguientes.
No recuerdo lo que dije durante los primeros diez minutos de la entrevista con Eugenia; desde que ella abrió la puerta de su consultorio, quedé absorto con sus enormes y firmes pechos, sus labios carnosos, su pelo negro, y su voz efeme. Un maquillaje liviano resaltaba sus ojos color miel. Mi atención luego quedó atrapada por una duda ¿ el Negro me había buscado una analista, o alguien de quién enamorarme?
En un momento comencé a escuchar lo que le estaba diciendo, y de a poco tomé control de la situación; incluso pude plantear mis expectativas y necesidades, y escuchar cuál era su propuesta. La claridad y consistencia de su discurso, junto con su mirada firme y limpia, evitaron que mis ojos volvieran a reposarse en sus pechos durante esos minutos. Quedamos en volver a vernos a la semana siguiente.
Los lunes son de Juan, los miércoles de Eugenia. Recién nos estamos conociendo, pero presiento que formaremos un gran equipo.