Bajo del taxi intentando convencerme de que no estoy llegando tarde, camino rápido los metros que me separan de la entrada del cine, cruzo las puertas de vidrio, y al llegar a la boletería me informan que la función ha comenzado hace algunos minutos. Me quedo parado con la cabeza gacha y las manos apoyadas contra el borde del pequeño mostrador, asimilando el golpe, digiriendo la bronca. Me pregunto cómo alguien que estuvo todo el día pelotudeando puede llegar tarde al único evento importante que había previsto realizar desde temprano.
Una señora pregunta por sobre mi hombro por los horarios de la próxima función al joven boletero, que va y viene con su cabeza intentando mirar a la persona que le está hablando en ese momento. Me hago a un lado, doy unos pasos, y me apoyo sobre la pared que contiene a la escalera que conduce a la sala.
Desde la pared opuesta, con un sobretodo cruzado negro, ajustadisimo en su cintura, y el pelo cayendo sobre sus hombros, Eugenia me mira. Necesité unos segundos para recomponerme, pero no dudo en cruzar lentamente el hall y acercarme hasta donde está ella.   
Nos saludamos con un beso.
-¿Cómo estás, Martín? -pregunta, y no como un saludo.
- Bien -le digo mirándola a los ojos. Otra vez no estaba pensando en lo que decía; algunos creen que eso es mentir, se equivocan, es tener la atención puesta en otra cosa; yo estaba viendo lo hermosa que es esta mujer.
Ella asiente y se queda callada.
- Llegué tarde...- explico, mientras señalo la boletería. Ella sonríe, pero no dice nada. 
A mal paso darle prisa dice siempre el Zurdo:
-¿Estás esperando a alguien? -le pregunto finalmente. Creo que moderó la sorpresa por la pregunta, y en ese intento no tiene tiempo para inventar una excusa
-No -dice finalmente, y luego entre risas agrega- yo también llegué tarde...
Nos reímos un poco, mientras yo procuro no equivocarme en mi próximo movimiento. Entonces doy un paso hacia atrás, miro hacia a la calle, luego vuelvo mis ojos hacia ella, y le digo:
- ¿Caminamos unas cuadras? -veo en sus labios una señal de duda - dale..- agrego, mientras noto con emoción como ella se separa de la pared y se acerca hacia mí.
Salimos del cine en silencio, paramos en un quiosco, y yo compro un Shot y una cajita de fósforos, ella no quiere nada. Caminamos por Cerrito conversando sobre lo que sabíamos de la película que no hemos visto. Pasamos por el Colón, doblamos hacia Libertad, y recorremos muy lentamente esas cuadras tan lindas de Buenos Aires.
Le cuento sobre mi terapia con Juan; ella se alegra, y yo me siento aliviado. También creo que quizás ayudará a que olvide que fue -brevemente- mi analista. Rompo el envoltorio patético del Shot, y le ofrezco chocolate. Pienso que lo va rechazar, pero no, no lo hace, toma mi mano, la acerca a su boca y muerde, apenas, la esquina de un bloquecito.  Me quedo petrificado.  De repente me siento helado y débil, me pregunto que carajos estoy  haciendo; y me doy cuenta de que en este momento, no necesito saberlo. Ya lo hablaré con Juan más adelante.