Giré muy despacio con los brazos en alto, hasta quedar –nuevamente- enfrentado con la Cabra. Su cuerpo estaba echado hacia atrás, los codos apoyados sobre la mesa, y con sus dos manos empuñaba un revolver cromado, de caño corto; me sorprendió darme cuenta de que no tenía miedo todavía.

Me señaló una silla con el revólver y me dijo

_ Sentate ahí.

Yo obedecí. Me eché lentamente sobre la silla, estiré mis piernas, crucé mis brazos, y clavé mi mirada en los ojos de la Cabra.

_ Detesto haber tenido que llegar a esta situación, Martín, créeme.- soltó entre dientes, luego apoyó el revolver sobre la mesa y lo cubrió con su mano derecha; con la izquierda, tomó su cigarrillo y le dio una larga pitada.

_ El error fue mío por no haberte hecho entender lo importante que era para mi saber porqué salió mal el trabajo de La Plata.

_ Veo –acoté con sarcasmo, señalándole con mi mentón la mano que apoyada sobre la mesa, ocultaba el revólver.

La Cabra llevó su mirada hacia el costado para consultar el reloj de la pared: la aguja que marca los minutos continuaba en el mismo lujar, pero no estaba inmóvil: observándola con detenimiento, podía notarse que un ligero temblor la recorría, como si algo la trabara y estuviera haciendo un esfuerzo inmenso por retomar su marcha.

Los ojos de la Cabra volvieron a la mesa,

_ No puedo parar esto mucho más –advirtió con pesar.

Se reacomodó sobre su silla, y me dijo:

_ Meses atrás, el Zurdo vino a verme, buscando a alguien que pudiera reemplazar a Expedition Al en el trabajo de La Plata; los motivos de esta deserción nunca quedaron claros, pero muchos creen que estuvieron relacionados de alguna manera con tu desaparici´n. Como fuera, el pedido del Zurdo era para mí una oportunidad perfecta para devolverle a Dmitry un favor que le debía hacia mucho tiempo; así fue como Dmitry pasó a ser parte del equipo.

Allí la Cabra hizo un pausa, y me miró por unos segundos, como verificando que entendía lo que me estaba contando.

_ Luego, cuando el trabajo salió mal, Dmitry vino a buscarme, a pedirme explicaciones. Aguante su furia, y le prometí que averiguaría lo que había pasado; después de todo, yo lo había metido a él en ese asunto.

Yo asentí, la piezas comenzaban a encajar, y lentamente la historia parecía cobrar sentido.

_ Vos sabés que no se jode con Dmitry, no?

Asentí nuevamente.

_ Yo hice mis averiguaciones, Martín, las hice, si. Las personas que encontré que saben de vos, es porque te relacionan de alguna manera con el Zurdo. Sólo alguien que conoce un poco mejor me dijo que eras muy buen tipo, pero que siempre hacías lo que querías.

_ Dmitry cree que vos fuiste quién los entregó, ya te lo deben haber contado tus amigos. Lo cierto es que vos despareciste Martín, así, de un día para otro, en medio de un trabajo, sin dar explicaciones… Es muy raro, admití que es, al menos, sospechoso…

Lo miré callado, y no le contesté. Supe que estaba fregado: la Cabra iba a entregarme a Dmitry.

_ Yo no puedo estar más en el medio de esto –dijo la Cabra, moviendo su cabeza de lado a lado- tenés que arreglártelas vos sólo, Martín, y ahora.

Seguí la mirada de la Cabra hacia la pared: en el reloj, la aguja del minutero había comenzado a correr.

Volví a mirar a la Cabra

_ Lo siento –me dijo.

En ese momento, Dmitry ingresó en el salón, y se dirigió a nuestra mesa.