Atravesé la puerta de 50's, di dos pasos hasta el cordón de la vereda y paré un taxi.
_ Siga hasta Callao –murmuré, antes de perder la mirada detrás del vidrio de la ventanilla y de sumergirme en mi amargura.
_ Te odio.
Así me había despedido el Buick minutos atrás.
Luego de anunciar en Viena mi decisión de salirme del asunto de La Plata, y de alejarme por un tiempo de Buenos Aires, y tras haber ubicado a mi gato con Esperanza, había partido de la ciudad sin demorarme un segundo más. En los días que sucedieron, más de una vez pensé en llamar o en escribirle al Buick …siempre encontré un motivo para no hacerlo, hasta que finalmente la idea dejó de tener sentido.
Cuando ella me vio acercarme a la barra sus ojos se llenaron de desprecio y de dolor. Me acomodé a su lado en silencio, y decidí decir lo más importante que tenía para decirle:
_ Disculpame.
No me respondió.
_ Disculpame -repetí, e intentando ser más claro, agregué- sé que estuve mal con vos...
Ella asintió, tomo un cigarrillo de una cajita plateada, y comenzó a acariciarlo con los dedos
_ ¿ Y a qué venís ahora? -preguntó finalmente, con la mirada clavada en el espejo esfumado que recorría toda la pared detrás de la barra.
_ Quería contarte lo que me pasó -dije- explicarte por qué desaparecí...
Ella asintió nuevamente en silencio, tomó su encendedor, y presionó uno de los costados para que apareciera una llama amarilla. Antes de encender el cigarrillo, dijo
_ Tarde, Martín, muy tarde. Ya sé lo que pasó, no necesito que me cuentes nada -y con una voz fría, continuó
- Y ya que me dijiste lo que me venias a decir, te pediría que te vayas, estoy esperando a alguien.
Quise contestarle, pero me mordí los labios. No tenía sentido mantener esa conversación, me puse de pie, acomodé la butaca contra la barra, y me despedí:
_ Sé que estuve mal, sólo quería pedirte disculpas. Chau...
En ese momento ella giró un poco su cara para mirarme, y llena de bronca me dijo:
_ ¿Sabes lo que pasa, Martín? Estoy harta de que los tipos me pidan perdón.
Luego, mientras volvía a mirar al espejo, susurró
_ Pensé que vos eras distinto; me odio por eso.
_ Te odio, Martín -concluyó.
Me quedé parado, pensando que hacer; reaccioné cuando el barman se acercó con la cara seria y mirada peligrosa.
Así abandoné el lugar, sabiendo que esa noche, había obtenido lo que me merecía.