Mi café llega finalmente; tomo la taza por su borde y lo pruebo: está caliente y fuerte. Busco el libro en mi bolsillo y releo el párrafo marcado. Cierro el libro y lo guardo nuevamente en mi impermeable, mientras siento que el café le devuelve a mi cuerpo algo de calor.
¿En qué creen los que no creen? se pregunta Coupland.
El Zurdo pasa por mi lado, palmea mi hombro, y sigue caminando en dirección a la mesa del fondo; sabe que cuando estoy solo en la barra, lo mejor que alguien puede hacer es seguir de largo. EL Zurdo no cree en Dios, cree en él, y en un código de lealtades que define amigos y enemigos. Joaquín es un ateo activista, el cree en la no existencia de Dios, una de las respuesta que se le escapó a Coupland en su libro. Gatica cree sólo cuando le conviene, y tiene una teoría interesante al respecto, que todos pensamos que debería escribir algún día. Cortázar, bueno…él resume su postura diciendo:
- Dios es para la gilada.
Yo no puedo recordar cuando dejé de creer en Dios; sé que fue mucho antes de convertirme en insomne. Un día supe que no creía en Dios, como otros saben cuando el amor se ha acabado; me sentí solo y bastante triste. Después de un tiempo respiré aliviado.
Releyendo el libro de Coupland recordé esa época que parece ahora tan lejana.
Me pregunto en qué creo ahora, y encuentro corazonadas, sensaciones, pero no una respuesta clara. Terminó a mi café, tomo mi libreta negra de notas y apunto:
- Escribir mi credo
Luego me dirijo hacia la mesa chica de Viena, donde Gatica, Joaquín y el Zurdo me esperan con sus copas en alto.