Esta noche he decidido quedarme en mi departamento a escuchar música, fumar y mirar la ciudad desde el balcón. Los preparativos son pocos pero necesarios: cambiar la posición de la lámpara de pie, encender algunas velas, guardar en un cajón revistas y otros objetos que enturbian la visión, abrir el ventanal.
Luego de unos minutos, observo el ambiente y pareciera que lo he ordenado todo esperando la visita de una mujer. Es curioso, pienso.
Todavía no puedo anticipar qué estado de ánimo dominará mi noche; ¿volveré a pensar en ella y entristecerme? ¿me embriagaré mirando las luces de la avenida, hasta quedarme dormido en el balcón? ¿Intentaré descifrar los consejos de Jude y del Zurdo sobe el Buick? No lo sé.
La elección de la música es importante; tomo la pila de discos, y finalmente escojo uno y lo introduzco en el equipo de audio. Es la rubia que me da alegría cuando canta:
Nothing's impossible I have found
For when my chin is on the ground
I pick myself up, dust myself off, start all over again
Mientras me sirvo un trago, el gato aparece en el living, y se queda sentado mirando la noche a través del ventanal. Pareciera que no me ha visto, de espaldas a mí, observa el cielo como si algo fuera a ocurrir.
Retrocedo unos pasos, apago una luz y ocupo el sillón que enfrenta al ventanal.
But please dont bring your lips so close to my cheek
Dont smile or Ill be lost beyond recall
Bebo lentamente, disfrutando de la música y de la tranquilidad que me ha invadido. La Luna aparece en el marco del ventanal, y en ese momento, el gato aulla, y me llena de escalofríos. Veo como estira su cuello hacia la Luna, como si fuera un lobo, y deja escapar de su cuerpo un grito dolorido, un llanto. Continua de espaldas a mi, con la mirada fija en el cielo de la noche. Con un tono mucho más bajo, sostiene un quejido que me apena.
No sabía que los gatos pudieran sentir tristeza.
Unos minutos después de que la Luna abandona el ventanal, el gato continua sentado en la misma posición, como si estuviera hipnotizado o fuera incapaz de moverse. ¿En qué pensará? o mejor ¿en quién estará pensando el gato?
Termino mi trago, me pongo de pie, tomo mi abrigo y me preparo para salir. Apago las luces, y antes de cerrar la puerta, puedo ver la figura del gato recortada contra el ventanal, enfrentando la noche.
Salgo del departamento sigilosamente. Mejor dejarlo solo, pienso.