Me despierto, y veo mi cara reflejada en los ojos del Buick. Es tarde en la noche, estamos en su cama, ella tiene la cabeza apoyada sobre su mano, los hombros descubieros y el pelo cayendo sobre un costado.
Me mira y siento que está viendo a otro, no a mí, y no en este presente; me mira recordando. Sus ojos están perdidos en otros ojos, en otro tiempo, en un amor. 
No se da cuenta de que la estoy mirando. 
Guardo silencio, cierro los ojos y, sin quererlo, comienzo a pensar en Martín, en el otro Martín, y en nuestro encuentro pendiente.
Siento que no tengo fuerzas, ni ganas de encontrarlo. Me pregunto si es miedo, o si estoy adoptando la mirada de Juan.
Sé que no estoy listo todavía, y que el tiempo se acaba. 
Recuerdo el consejo de Peri Rossi: 
- Estando entre la espada y la pared, lo mejor es no decidirse.
Ya entre sueños, se me ocurre que quizás no sea una mala opción.