Recuerdo la última sesión con Juan. Luego de una pausa, me mira, y finalmente me pregunta:
- Pero entonces, Martín, ¿vos que esperás de tu analista?
He practicado los alrededores de este tema muchas veces (aplausos para Juan Martini), acercándome y alejándome de la respuesta en una elipse infinita. Creo que he esperado distintas cosas a lo largo de estos años: que pudiera hacerme conciliar el sueño, o dejar de buscarme problemas, que lograra hacerme olvidar a una mujer; nimiedades, equivocaciones. Nunca antes había sentido la urgencia de reencontrarme con mi deseo, con la vibración que me lleve a la frecuencia de resonancia de mi ser, que me devuelva la paz.
Pienso en esto, y sé que no es una respuesta, pero que la sugiere.
-Necesito alguien que me ayude a pensar- digo finalmente.
Y aún sin estar plenamente satisfecho con esta afirmación, entiendo que es lo más cercano que tengo a la verdad.
Juan asiente, y parece dispuesto a asumir ese rol; me siento aliviado.
Joaquín, dice que de dos el barco se mueve, pero es más difícil que se hunda. No me parece un mal consejo.