Lunes dos aeme, mis ojos se abren y, súbitamente, estoy despierto y pensando. Conozco muy bien lo que sigue: daré algunas vueltas en la cama, escucharé al camión recolector en la avenida, compactando bolsas negras que contienen residuos de comida, pañales usados y gatos tiesos; una alarma sonará cerca de las 3, cuando mi vecina regrese otra vez ebria y deje, otra vez, mal cerrada la puerta del ascensor; luego veré como la claridad comienza a filtrarse lentamente a través de la persiana de mi cuarto. Restando dos o tres horas para que deba levantarme, me quedaré dormido sin darme cuenta.
Hay noches en las que opto por vestirme y salir a caminar. Recorro algunas cuadras fumando un cigarrillo, y procurando mantenerme alejado de problemas; no siempre lo consigo.
Cuando esto comenzó, solía levantarme de la cama, ir al living y poner algo de música, prepararme un trago y sentarme a leer; pero al poco tiempo tuve que abandonar esa opción: generalmente terminaba acostándome a media mañana completamente ebrio.
Así es, soy insomne.
Perdí la capacidad de dormir de corrido hace años, y he aprendido a vivir así; por eso aclaro que yo no sufro de insomnio, yo soy insomne.
-…Pero sufrís por otras cosas, Martín… -agregó Juan cuando lo notifiqué de mi condición. Lo miré callado, respiré suavemente, y luego le contesté
- Juan, espero algo más de vos y de nuestras sesiones que este tipo de interpretaciones.
El se reacomodó en su sillón, y bajo su vista para revisar las notas de su cuaderno; luego, dejando pasar definitivamente de largo mi respuesta, dijo:
- Te despertás pensando, Martín. ¿Pero pensando en qué? ¿Cambian esos pensamientos con las noches, Martín?
Estoy a punto de contestar que sí, que cambian muy seguido, pero sé que no siempre es así, que he pasado épocas enteras despertándome con una misma pregunta quemándome en el cerebro; que he cambiado de preguntas, y a veces he vuelto a plantearme temas que creía superados. No, no es tan fácil esta respuesta. Tomo una pausa, y finalmente digo:
- Me despierto pensando en las cuestiones que no entiendo, Juan. No podré descansar mientras haya cosas que no entienda.
Juan asiente en silencio y anota algo en su cuaderno. Yo medito sobre lo que termino de decir, que me sabe a maldición gitana.
Me pregunto si llegado el momento, no me convertiré en un fantasma.